Cuando a principios del 2010 la norteamericana Victory decidió desembarcar en España tras una expansión a nivel mundial que había durado más de diez años desde su nacimiento a finales de los 90, su oferta se centraba en cuatro familias básicas: la Vegas, la Kingpin, la Hammer y la Vision. Las dos primeras eran cruisers o customs básicas y customs de aire retro; las Hammer, custom al estilo musclebike, y las Vision, unos auténticos transatlánticos de la carretera. Todas tenían toques rompedores, componentes de última generación, así como un moderno motor bicilíndrico en V... y, sin embargo, un sabor inequívocamente made in USA. Con perdón de los técnicos de Harley Davidson y de los de Polaris (a quien pertenece Victory), parecía que se había intentado captar la esencia harlysta pero acentuando la modernidad. Tan americanas son unas como las otras, pero si las primeras representan la tradición, las segundas parecen querer ir un paso más allá.
Con la llegada de los modelos 2011, Victory ha confirmado esta tendencia y no lo esconde. La nueva familia Cross se compara abiertamente con la gama de más éxito a nivel global de H-D, la Touring.
El paralelismo es evidente y la Cross Roads, la Cross Roads Touring y el estandarte del grupo, la Cross Country, tienen un objetivo claro, ser la alternativa americana a las Road King, Street Glide y Electra Glide.
Basta un primer vistazo a la Country para encontrar numerosas similitudes con su rival de referencia, con un gran semicarenado frontal y una pareja de maletas laterales rígidas con 79 litros de capacidad a las que puede añadirse un gran baúl posterior. El diseño, como casi todo en las Victory, sigue esa línea neoclásica que caracteriza a sus modelos, aunque en este caso resulta más acentuado que nunca. Las grandes defensas laterales del motor se olvidan de los clásicos tubos redondos cromados para pasar a utilizar chapa plana y adoptar una forma más similar a la de un alerón, mientras que las aristas y los ángulos comparten protagonismo con la suave ondulación del depósito y de la parte posterior de la moto.
El centro de la Cross Country es el gran bicilíndrico en V de 106 pulgadas (1.731 cc) que empuja a todos los modelos de la marca, un motor de estética y tamaño más propios de otros tiempos pero realmente moderno. De entrada, se refrigera mediante un sistema mixto de aire y aceite, incorpora inyección de combustible y dispone de cuatro válvulas por cilindro con un sólo árbol de levas en culata con empujadores hidráulicos. El cambio es de seis relaciones y la transmisión final se realiza mediante correa dentada. Aunque sus 90 CV de potencia puedan parecer pocos dada la cilindrada, el secreto es que se consiguen a menos de 5.000 rpm y con una cifra de par de más de 140 Nm a 2.950 rpm.
El equipamiento de serie es excelente, con un cuadro de relojes mixto analógico/ digital con datos de velocidad, rpm, combustible, trips, hora, autonomía, entre otros; además de un equipo de sonido con conexión de MP3 y controles en el manillar y regulador de velocidad de crucero.
Fuente: LA VANGUARDIA, 14/11/2011
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